Dificultad: Paseo
Duración: 1 hora
Época: Todo el año
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Lo que proponemos para esta vez es un tranquilo paseo por el cementerio aborigen más grande del archipiélago, de unos dos kilómetros cuadrados. Más de 800 túmulos funerarios jalonan este sendero, marcado y señalizado, con guías ilustradas informativas que nos acercarán un poco más a parte de nuestra historia. El fenómeno orto solar que se produce cada 20 de marzo, el equinoccio de primavera, justo al amanecer, cuando el sol y la cima de la montaña Amurga, que preside todo el barranco de Fataga, se alían para crear este juego solar, alumbrando tan solo una tumba, la más grande de todo el conjunto, la llamada 'Tumba del Rey'. Leyenda o no, el fenómeno es observado por cientos de curiosos y expertos cada primavera.
Iniciamos nuestra senda en el mismo pueblo de Arteara, constituido por una sola calle, que lleva directamente al yacimiento. Por la GC-60, saliendo desde Maspalomas, dirección Fataga, y una vez pasado el mirador de la Degollada de las Yeguas, a unos tres kilómetros aproximadamente, encontraremos un cartel señalizando el pueblo de Arteara. Giramos a la izquierda, aparcando en una explanada de tierra, ya que la única calle del pueblo es de difícil tránsito.
Seguimos a pie parándonos a leer los carteles que existen informando al visitante de aspectos como la arquitectura de la zona. Iniciamos la ruta al llegar al yacimiento, en un sendero claro y señalizado. Conviene pararse en un primer cruce que nos llevará al mirador, desde donde podremos ver el barranco que termina y el exuberante palmeral, fruto de las aguas subterráneas que discurren por el subsuelo, lo que hace pensar que, efectivamente, aquí pudo existir un riachuelo.
Desde esta atalaya, podemos ver el sendero que transcurre por todo el yacimiento, y la enorme cicatriz que existe en la montaña. El origen de todo este enterramiento, y de la piedra rojiza que se vepor todo el valle, tiene su origen en un desplome colosal que tuvo origen hace miles de años. Los aborígenes usaron este lugar como cementerio, ya que la facilidad para sepultar los cadáveres hacían de él el sitio ideal para un sepulcro. Desde el mirador, podremos ver desplomes similares en la montaña de enfrente, el Amurga.
Bajamos y tomamos el camino hasta el cruce otra vez. Subimos por el sendero y observaremos multitud de tumbas, la mayoría expoliadas, otras en proceso de estudio. Llama la atención de los túmulos la profundidad a la que eran enterrados los aborígenes, y la construcción con dinteles en algunas de las tumbas. Dicen algunos expertos que los conquistadores expoliaron muchas de estas tumbas pensando que contenían oro y piedras preciosas. Algunas de estas tumbas tienen hoy en día interesantes y pacíficos moradores.
Unos metros más adelante, encontramos la 'Tumba del Rey'. Es la mayor del complejo, y la mejor conservada. Sobre ella incide el rayo de sol en el equinoccio de primavera. En su interior, podremos ver que es de las más profundas, y que el dintel que la sostiene es también de mayor envergadura. Pero, como casi todo en la historia, tan solo caben suposiciones. Si seguimos por el sendero, vemos que en algunos puntos las labores de pastoreo en la zona obligó a muchos habitantes a recoger piedras para montar establos en forma de Tagoror, o recintos circulares.
Siguiendo el sendero, encontraremos los restos de la muralla que delimitaba el recinto funerario. Hoy día, bastante deteriorada, pero aún en pie. Descendemos y encontraremos la tumba de tres marineros que fueron enterrados aquí en los años 50. Seguimos bajando y damos por concluida la visita.