Dificultad: Paseo
Duración: 1 hora
Entrada: 3 euros (La entrada es válida para todo un año)
Época: Todo el año
Proponemos una paseo por una necrópolis que no le dejará indiferente. El malpaís de Maipés, enclavado en el municipio de Agaete, fue una zona idónea para que los antiguos aborígenes de la isla enclavaran aquí uno de los cementerios mejor conservados de Canarias. Se calcula que cerca de setecientos túmulos se encuentran en este Valle. Pese a que aún algunas tumbas están en proceso de restauración y aún cerradas al público, el parque ofrece un paseo en el que se podrá contemplar al menos la mitad de este importante enclave funerario.
Para acceder a la necrópolis, debemos dirigirnos al Valle de Agaete. La señalización es continua en todo el recorrido, y existe un amplio aparcamiento a unos cien metros del yacimiento.
Para acceder al Parque, debemos seguir las indicaciones desde el aparcamiento hasta la misma entrada. Una vez allí, tras pasar por la oficina, ascendemos por la escalera que está a nuestra izquierda y seguimos el recorrido hasta el centro de visitantes. De camino a él, encontraremos paneles explicativos que nos señalan algunas de las tumbas más interesantes del recorrido.
En el centro de visitantes podremos ver varios vídeos que nos muestran cómo eran los enterramientos y los ritos funerarios de la sociedad aborigen. Los túmulos que se encuentran en el parque no fueron construidos de la misma manera, mientras que en algunos casos, el cuerpo era enterrado bajo tierra y después se procedía a la construcción de la torreta, en otras tumbas los cuerpos fueron hallados a ras de tierra. El visitante también podrá percatarse de la diferencia de tamaño entre unas tumbas y otras. Esto se debe a la importancia social del fallecido. Los nobles eran enterrados en torretas, mientras que los campesinos, artesanos, etc... eran sepultados en sencillas y austeras tumbas. En la foto inferior, podemos ver la tumba más grande de todo el cementerio, y que ocupa la parte central del malpaís de Maipés. En ella se localizaron dos cuerpos, el de una mujer joven y el de un niño de apenas cinco o seis años. Es la llamada "Tumba del Rey". Se han encontrado en algunos nichos varios cadáveres, sin distinción por sexo o edad.
Un detalle curioso sobre los enterramientos aborígenes era la conservación de los cuerpos. Eran envueltos en tiras muy prietas de piel de cabra o cerdo, y cosidas con gran maestría. En algunos cuerpos se han encontrado también restos de envoltorios de tiras de cañas, pero era infrecuente. En la sociedad aborigen, los enterradores eran los encargados de embalsamar y dar sepultura a los cadáveres. Éstos, junto con los carniceros, eran el estrato social más bajo, y vivían alejados del poblado. No les estaba permitido el contacto con los demás, y si tocaban algo, debían hacerlo con un palo.
Durante el recorrido, varios paneles explicativos muestran el proceso de restauración de los túmulos, ya que, pese a ser una de las necrópolis mejor conservadas, hace unos treinta años sufrieron un expolio salvaje y muchas tumbas fueron abiertas y saqueadas. El porqué quizás se deba a la superstición social. En textos de la época, y refiriéndose esta vez a la montaña de los Huesos, en Santa Lucía, (otra de las grandes necrópolis) se anunciaban remedios curativos con huesos triturados de los antiguos canarios válidos para reúmas, mal de amores, y un largo etcétera.
También es digna de mención la muralla, que se mantiene en perfecto estado de conservación, y que delimita la necrópolis del resto del poblado. El recorrido termina en un sendero de tierra por el que podemos volver al punto de inicio, junto a la recepción del parque.