Entrada gratuita.
Duración: 2 horas
Época: Todo el año.
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El jardín botánico Viera y Clavijo es el mayor de todo el país. Su belleza no deja indiferente a nadie, por lo que es de visita obligada. Sus más de 27 hectáreas son consideradas un importante reclamo dentro del ámbito de la biodiversidad mundial. Para acceder a él, existen dos vías, por la parte baja o la alta, donde existe un restaurante panorámico. Nosotros empezaremos por abajo. Para llegar al Jardín existen varias vías, si se sube desde el Sur, lo mejor es tomar la GC-4 dirección Tafira por la GC-110 y luego enlazar la GC-310.
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Si se prefiere ir por el norte, tomaremos la GC-3, desviándonos dirección Universidad y seguir recto, dirección Tafira. Un desvío nos señala la entrada al jardín por la parte superior.
Hay que recalcar que el recorrido se puede empezar tanto por la parte superior del Parque, como por la parte de abajo. Ambos son una buena opción. En un pequeño recorrido, podremos ver flora de la macaronesia, laurisilva, un espectacular jardín de cactus, vegetación rupícola (que crece en riscos), pinar, plantas acuáticas, y endemismos que se hallan en peligro de extinción. Empezamos la visita situados en la parte baja del Parque, en la llamada Plaza de las Palmeras. Aquí podemos contemplar decenas de ejemplares de palmeras canarias, que pueden alcanzar los 25 metros de altura. Las canarias, a diferencia de las datileras, tienen más hojas.
Una vez observada esta parte, podemos tomar el sendero de la izquierda que nos llevará a una antigua casa canaria, donde están expuestos útiles de labranza de principios de siglo. Bajamos hasta un pequeño estanque con nenúfares y palmeras donde una familia de patos ha instalado su residencia. En esta zona se halla la vegetación de costa, como la piña de mar y la tabaiba partida. Seguimos el camino y llegamos a un coqueto puente de madera con un riachuelo a sus pies.
Una vez atravesado este paso, seguimos avanzando hasta llegar a una zona de tupido bosque conocido como Jardín Macaronésico, y donde podemos alejarnos un poco del camino y adentrarnos en lo mas profundo de este pequeño vergel, donde flexibles troncos e impresionantes árboles nos abrigan en su verde manto. Si seguimos a la izquierda, llegaremos a una pequeña cueva de color blanco arenoso. Es la cueva de Sventius, lugar de trabajo del botánico, donde aún se pueden ver los utensilios utilizados.
Retomamos nuestro camino y llegamos a la plaza de los Sabios, con sus fuentes y con efigies de importantes botánicos, como Born-Muller, Pitard, Bolle, Broussonet, Weebb, Berthelot y Masferrer. A un lado de la plaza descansa una escultura del botánico sueco. Seguimos nuestro recorrido y llegamos a una plaza de llena de Dragos. A la derecha, siguiendo el camino, nos encontramos un ejemplar de tronco fosilizado de pino del que se calcula supera los dos mil años de antigüedad. Junto a él, se halla un tagoror, construcción en forma de círculo que data de la época aborigen, donde se dirimían los asuntos del pueblo por parte de las familias mas importantes. Rodeando esta construcción hacia la izquierda, nos encontramos un pequeño montículo rocoso al que se puede acceder a través de cuevas y escaleras labradas en su interior.
Mención aparte requiere el invernadero que nos encontraremos un poco mas adelante, que alberga nenúfares, claveles de aire, helechos y plantas tropicales que necesitan un exceso de humedad para sobrevivir. El invernadero está próximo al jardín de cactus, que alberga mas de dos mil ejemplares, provenientes de varios continentes, y donde las especies autóctonas se funden con otras provenientes de puntos tan dispares como Madagascar, el Trópico o Arabia.
Una vez visitada esta zona, retomamos el camino y nos dirigimos a la parte este del Jardín (a la derecha) para continuar hacia la zona de cascadas y el lago artificial, la parte mas nueva del Parque, aún en obras. Para acceder a él, seguimos por un sendero que atraviesa un tupido bosque de laurisilva.
Tras una pequeña pausa en el lago y a su cascada, tomamos el sendero que asciende montaña arriba para llegar a los dragos gemelos y a la cueva de los volcanes, pequeña cueva horadada en la roca donde se pueden apreciar los diferentes estratos geológicos que dieron lugar a la isla. Por el sendero que asciende, atravesaremos un cartel indicativo que nos indica el sepulcro del botánico sueco. Merece la pena pararse a visitarlo, ya que es la zona mas tranquila del parque, y donde la vegetación es mas exuberante.
Tras llegar a la cueva de los volcanes, podemos bajar atravesando bien el puente de madera del bosquecito de laurisilva o el puente de piedra que nos llevará al Jardín de las Palmeras, punto de inicio del recorrido. Si tenemos suerte, podemos ver incluso uno de los magníficos ejemplares de lagartos gigantes que viven en el Jardín, y que suelen merodear por este precioso puente de un característico color rojo.
El Jardín botánico que contemplamos es la obra de toda una vida, la del botánico sueco Eric R. Sventius, cuya tumba se encuentra dentro del parque. En 1952 comenzó la "construcción" de este gigantesco Jardín que lleva el nombre del naturalista canario del siglo XVIII Viera y Clavijo, pionero del estudio de la botánica del archipiélago. Durante años, este botánico sueco viajó por todas las islas recopilando información sobre la vegetación macaronésica y logró reunir, en un solo espacio, especies en peligro de extinción (unas 150 dentro del Parque) y otras venidas desde los mas alejados rincones del planeta.